Tato Quiñones, el ausente imposible
El pasado 9 de agosto de 2023 nos dimos cita un grupo de afines en el Carmelo de Calzada para rememorar a la figura de Tato Quiñones, que el 5 de agosto de 2023 cumpliría 81 años. Y lo recordamos haciendo una lectura colectiva de uno de sus cuentos, posiblemente inconcluso, que le puso por título “Historia tan personal (Jornada)”.
Un texto que justamente comienza en el mismo Carmelo de Calzada en el Vedado y termina en el recientemente clausurado bar Castillo de Farnes, la Habana Vieja, en una caminata nocturna (deriva le llamarían Guy Debord y sus compañeros de la legendaria Internacional Situacionista, —y Tato seguro estaría de acuerdo—) que emprenden tres amigos por La Habana de inicios de los años 70, atravesando los estratos geográficos y clasistas de una ciudad, cuyos nuevos gobernantes pretendían que fuera la gran catedral del Hombre Nuevo y la homogeneidad social.
El cuento, calado por las tensiones y recelos de unos jóvenes lúcidos y atentos, que perciben la distancia entre la realidad y los discursos revolucionarios oficiales de esos momentos, que ellos apoyan, es un registro muy valioso sobre La Habana de ese momento y del imaginario colectivo desde donde estaban percibiendo la ciudad un grupo de jóvenes de años, como los de la década del 70, que son vistos muy habitualmente sólo desde las perspectivas gubernamentales o de sus opositores, perdiéndose de vista buena parte de la riqueza de ideas y propósitos que bullían en los jóvenes en medio de aquel Quinquenio Gris de la cultura cubana.
La lectura colectiva y comentada del cuento la hicimos sentados disfrutando de unas frías cervezas, bienhechoras en su frescura, gracias a la ponina colectiva que hicimos. Una acción que despertó entre las trabajadoras del local, todas afrodescendientes, una gentil alegría, —gente que viene a consumir y romper la modorra de un lugar casi siempre vacío, en franca decadencia, pensarían ellas…—, mezclada con sorpresa y una duda larvada, atentas al inusual encuentro que gestamos en los portales de su establecimiento, en medio del omnipresente y esquizoide ambiente represivo que se vive en toda Cuba hoy.
Leer el cuento de Tato en voz alta, entre todxs, a pesar de ser un hecho corriente nada original, nos hizo sentir, con una sorpresa que decidimos no expresar, todo el simbolismo que encierra ese acto de asumir la voz y la mirada de Tato a sus treinta y pico de años, sentirlo lozano e ingenioso como uno más de los presentes en el encuentro, esperando observaciones y comentarios a su texto, en el mismo lugar donde él había estado más de cuarenta años antes con sus amigos e iniciar la larga caminata hacia la Habana Vieja. Cada fragmento del texto que hacía referencias a lugares de La Habana de esos años 70, generaba entre los presentes el deseo de contrastar el estado del lugar ahora y su devenir, como actualizando a Tato para sus próximos periplos…
Pero más allá de toda la emoción contenida que generó entre los presentes el eficaz simbolismo del encuentro, cada contrastación de los lugares por los que pasaba el cuento de Tato nos fue devolviendo, fragmento a fragmento, el devenir de la actual ruina de la ciudad y el país todo en los últimos 40 años, permitiéndonos ver el día del encuentro como un momento capturado en todo un proceso de caída libre, desde los días de la alegre y reflexiva caminata juvenil de Tato y sus amigos, hasta nuestro encuentro en homenaje a él ese día 9 de agosto de 2023. Para más causalidad, un día en que también se conmemoraba un aniversario de la muerte de otro grande: José Lezama Lima, ejerciendo su licencia de gran timonel de los azares concurrentes.
En uno de los momentos más gozosos del encuentro hizo su aparición un anciano indigente en la confortable terraza donde estábamos, tal vez atraído por la alegría contagiosa que nos animaba y por la posibilidad de recibir algún dinero, se acercó a nuestras mesas y se impuso el silencio, para recordarnos la tragedia silenciosa que cruje a nuestro alrededor. Un silencio solamente roto por la recriminación de las meseras al mendigo de no acercarse a nosotres “sus clientes”. Leonardo Romero, de un gesto rasgó el rol de consumidores pasivos y cómplices que se nos estaba asignando y se levantó para dialogar con el descuidado veterano y comprarle un pan con bistec que estaban vendiendo en el establecimiento. Lo mismo que hubiera hecho Quiñones de estar junto a nosotres en ese momento. Este hecho y el calor creciente de la 1 de la tarde de un agosto en llamas, bajo el frágil techado de la terraza del lugar y los elevados precios de las cervezas, se confabularon para que prosperara entre los presentes la idea de retirarnos hacia el espléndido parque que colinda con la esquina de El Carmelo de Calzada, donde estábamos, y las ruinas vergonzosas del Teatro Amadeo Roldan, bajo la sombra de un laurel joven como los sueños del Tato de los años 70.
Trasladarnos a ese espacio del parque ya fue con la compañía de vodka y refresco de limón que cerca estaban vendiendo. Bajo el árbol el encuentro tomó otro giro donde rememoramos momentos en la historia de vida de Tato en relación con los algunos de los presentes y su propio devenir como persona. Alexander Diego recordó el papel decisivo que tuvo Tato en su ejercicio de tesis como actor y el hecho de que, a pesar de las distancias generacionales y de todo tipo entre ellos, Tato supo percibir por dónde podía contribuir al original ejercicio dramatúrgico que estaba conformando Alexander. Alexander Hall rememoró las últimas intervenciones públicas de Tato en el Club del Espendrún o en el Taller Comunitario de Jesús María, donde compartió los saberes y la profundidad de su mirada sobre cuestiones como la presencia del tema de la diversidad sexual en el cuerpo teológico de Ifá en Cuba, sus experiencias en el activismo de base contra las discriminaciones en Cuba, los errores que no volvería a cometer, sus investigaciones sobre la historia de la fraternidad Abakuá, etc.
Haled Martínez resaltó su inteligente ejercicio de la crítica al trabajo de los que comenzaban la investigación social. Mario Castillo, dada su relación muy estrecha y directa con Tato durante casi 20 años, contribuyó con observaciones sobre la historia del padre de Tato Quiñones, también un gran y desconocido activista social en el mundo campesino de la zona de Bahía Honda- La Palma, en Pinar del Rio, e impulsor de la Cooperativa Campesina de Rancho Mundito, una iniciativa apoyada y asesorada por la Asociación Libertaria de Cuba, la organización nacional de los anarquistas en la Cuba de mediados de los años 50.
Mario resaltó el hecho de que Tato fue testigo desde su primera adolescencia de las maquinaciones de los poderosos locales contra su padre y sus compañeros, antes y después de 1959 y la situación paradójica en la que Tato se vincula a la flamante Revolución Cubana, siendo un joven miliciano en los momentos de la invasión por Playa Girón e hijo de un preso social, que permaneció encarcelado también bajo el nuevo régimen estatal de 1959 y la temprana conciencia que desarrolla Tato a partir de ahí sobre las diferencias entre la "Revolución” y el “Estado Revolucionario”, algo que fue fundamental en el quehacer posterior de Tato.
También se rememoró la experiencia de Serafín Quiñones Tiant como joven trabajador en la fábrica de cervezas La Polar, en Marianao, en 1961 y su implicación en el momento único en que la gran fabrica fue gestionada por el consenso de las tres tendencias sindicales más activas en ese momento en Cuba, la sección sindical del Movimiento 26 de Julio, los activistas anarcosindicalistas de la Asociación Libertaria de Cuba y la sección sindical del Partido Socialista Popular (comunista), así como el proceso de desactivación de esa gran experiencia obrera por el nuevo Estado Revolucionario cubano, algo que Tato ya había dado testimonio en uno de los espacios de la 3ra Jornada Primavera Libertaria de La Habana de 2017. El Tato Quiñones oficial del Ministerio del Interior, como profesor de Historia de Cuba en la Dirección Nacional de Cárceles y Prisiones a fines de los años 60 e inicios de los 70, también fue rememorado por Haled Martínez, mostrando toda la complejidad de la historia de vida de una persona como Tato en la Cuba de su tiempo.
Muchas otras aristas fueron rememoradas sobre el activista, investigador, narrador, cineasta, Babalawo, miembro de la hermandad Abakuá Muñanga Efó, hermano mayor y amigo, Tato Quiñones. Una recordación que dio lugar al tema de cómo en los momentos presentes podríamos retomar una agenda de actividades que permita reactivar las redes de autogestión, contracultura, horizontalidad, profundizando y radicalizando los hallazgos prácticos y las líneas temáticas abiertas por Tato Quiñones en la descolonización cultural, la lucha contra las discriminaciones y el protagonismo de los del fondo del caldero como le gustaba decir a él.
De forma tal que este 81 aniversario del natalicio de Tato Quiñones no dejará de funcionar como otro buen momento para hacer que su espíritu no descanse en paz, que siga entre nosotres alegre, creativo y comprometido con todas las cosas buenas y bellas que produce la hermandad y la afinidad entre personas que, sintiéndose libres para ejercer la bondad y la belleza, ejercen esa libertad sin permisos, con el único compromiso de ser fieles al espíritu de los predecesores, como el gran Tato Quiñones.